Después, cuando parecía que lo que tocaba era la calma propia del verano, el tiempo se resignó a seguir adelante como siempre, con sus pequeños vaivenes, con sus ratos malos y buenos.
A veces me parece que las cosas no cambian tanto y sí lo hacen. Llevo nada más y nada menos que una semana tratando de dejar mi habitación medianamente preparada para lo que va a ser un año de locura. La locura del silencio, de la autocompañía, de las cuatro paredes. No me lo recuerdo demasiado porque, conociéndome, cambiaría una vez más de opinión. Esa es una de las cosas que no han cambiado: sigo sin tener las cosas claras. Es mi sino.
La habitación, sin embargo, es la misma. Un poco más vacía, no mucho, decorada con otras cosas. Nos ha costado, pero nos hemos deshecho de algunos objetos que nos ocupaban demasiado espacio y que nos pesaban: papeles, libros, ropa vieja, algunos recuerdos... Ahora todo está preparado para empezar de nuevo. Tengo la suerte de mi parte, la ayuda y a esos enanos que hacen de estos días una sonrisa permanente.
¡Preparada! Que pase la siguiente fase.