No hay dos días iguales.
Salimos con niebla de Valladolid y en el cole, sol espléndido.
Nadie se duerme en el coche esta semana
hay mucho de qué hablar, empieza la locura.
Hoy había una tarta preciosa en la oficina en la que tenemos
las reuniones a cinco para preparar el festival de Navidad.
Hay que poner a punto del salón de actos,
mis niños ensayando el teatro, cantando "I will follow him",
Cristina echándome un cable,
M. Ángel usando "thriller" para el acrosport,
los peques pintando el suelo del patio con tizas gigantes de colores,
yo volviéndome a estudiar los huesos y los músculos,
ese niño que, por fin, empieza a despegar,
verles disfrutar aprendiendo...
Tengo el mejor trabajo del mundo.