Estoy cansada...
Estoy cansada pero no lo noto. Duermo menos que nunca, conduzco mucho, tengo más responsabilidades, más libertad, menos carga. Llego tarde a casa, es cierto que quizás no mereciera ni siquiera la pena volver estos días, pero me gusta estar un ratito por aquí, charlar con mis padres y mi hermana, achuchar a mis gatines y dormir en mi cama. Es como un contraste, cuando me voy tengo que ser ese adulto que sabe lo que hace y cuando vuelvo soy hija y hermana.
Quizás por eso me empeño tanto en pasar tiempo en familia porque siento que de esto ya no queda tanto...
En los cursos estos obligatorios que nos están impartiendo nos hacen perder mucho el tiempo, la verdad. Poca gente cuenta algo que merezca verdaderamente la pena escuchar. Aunque tengo que decir que de cuatro horas de discursos poco sustanciales saqué una frase que me gustó mucho:
"Sólo aquello que se desea, se consigue". Cada uno que lo medite si quiere en la intimidad de su cuarto.
Ahora que estoy enamorada profundamente de mi profesión y de mis alumnos, ahora que sé que la escuela debería ser el reflejo cultural de la sociedad futura, ahora que me doy cuenta de tantos errores, espero no llegar nunca al punto de pensar que ya lo sé todo. Lo digo porque los años de experiencia me parece que pueden ser muy traicioneros, enriquecen pero también desgastan y por lo que dicen, desgastan mucho. Y en esta profesión es obligatorio actualizarse siempre, sin excepción.
La verdad es que lo ideal sería que esto se hiciera extensible a todos los aspectos de la vida. Seguro que no hace falta que miremos muy lejos para encontrar, incluso en nosotros mismos, casos de las veces que, como diría Mafalda, "lo urgente no ha dejando tiempo para lo importante".
El otro día leí un artículo que escribía Juan Carlos en su revista acerca de la muerte que me fascinó (siento ponerme tan trascendental) y decía:
"Lo que tengo muy claro es que la muerte no es un final. El contrato de la vida incluye la muerte y es como un terremoto cuyo epicentro se encuentra en los seres más allegados, pero que sacude a todos. Y ese terremoto viene siempre asociado a una lección de vida. Por ello, como sabemos que llegará, debemos saborear este rato de vida que nos queda, no deberíamos olvidarlo para intentar ser feliz, no olvidemos el abrazo diario, la palabra cariñosa y la acción desinteresada.
La muerte es un tema del que huimos hablar y pensar. Es algo que nos llegará a todos, pero no nos lo creemos y por ello nos sorprende sin haber hecho los deberes. El saber de nuestro tiempo es limitado (¡no lo desaproveches!), nos invita a ir quedándonos en paz, con uno mismo y con los demás. Estos son los deberes. Alguna vez he escuchado: al atardecer de la vida, te examinarán del amor... por ahí van los tiros".
Pues eso, por ahí van los tiros...