El otoño ha llegado. Ahora sí puedo decir que hace frío y que estas temperaturas podrían ser las propias del mes de noviembre en Valladolid. La parte buena de esto es que el paisaje está precioso y los árboles están cambiando los verdes por tonos rojizos y marrones. Me llaman mucho la atención los parques porque es muy habitual ver ardillas. No se acercan mucho a la gente, están subidas a las ramas divisando el panorama y muchas veces esperan a que algún transeúnte se acabe su sándwich para apurar las pocas miguitas que se le hayan podido caer al suelo.
Esta segunda semana empiezo a estar más cómoda. La primera todo era incertidumbre: no conoces a nadie, quieres ir a verlo todo, hacerlo todo a la vez. Ahora estoy más metida en la vida diaria. Tengo una familia y unos amigos "postizos" y voy a clase, estoy en casa, salgo a ver cosas, quedo con otra gente. Ahora hay tiempo para todo.
El jueves, por fin, pude subir a la torre de la CN (la del chiste, desde la que se ve Torontoentero), antes me había sido imposible porque había estado lloviendo y no merecía la pena gastarse el dinero para ver una manta de nubes. Pero la espera ha merecido la pena, sin duda. El atardecer fue una pasada y no es por nada pero estoy muy orgullosa de estas fotos:
Por si no lo había dicho antes, Toronto es una de las ciudades más caras del mundo. De hecho, ayer pagué por dos cervezas 14 dólares así que como os podéis imaginar hacer turismo no es mucho más barato. Existe la posibilidad de sacar un bono para nueve días que te permite ir a ver los lugares más representativos de la ciudad. Uno de ellos es el Museo de Ontario.
Y la comida... he cambiado de opinión. Demasiada carne... deliciosa, eso sí, pero ya se va echando un poco de menos alguna ensaladita o una manzana. Es una opinión generalizada entre los estudiantes de la escuela. El otro día uno de los compañeros de clase propuso ir a un restaurante coreano para ver si alternábamos un poco con otro tipo de sabores: kimchi, ensalada de algas, sopa de tofu...
Este fin de semana ha sido La Nuit Blanche. Es un festival que hay en Toronto todos los años y que consiste en que durante toda la noche la cuidad se llena de espacios destinados al arte: danza, fotografía, escultura, música, pintura...
Como decía hay tiempo para todo. Los bares por aquí son todos muy parecidos, los viernes por la noche nos juntamos la gente de la escuela en el Madison que está en la zona de Spadina, donde hay un montón de sitios para salir. A mí me recuerdan a los que salen en las series americanas (como no). La gente suele sentarse en mesas y lo mismo te puedes pedir una copa que unas patatas fritas.
Así que nada, esto es lo que está sucediendo en el país de muy muy lejano. Da gusto poder compartirlo como si estuviéramos justo al lado. Un abrazo kilométrico.
Lo primero, qué suerte de que hayas podido ver la noche en blanco!!!!!!!
ResponderEliminarMe anima verte así, porque siempre que se cambia de entorno es necesario darnos un poco de tiempo para la adaptación. Conociendote, no tardarás mucho en sentirte "como en casa" salvo evidentes excepciones como por ejemplo que no estamos allí :P
Me alegra verte feliz!
aunque te echo de menos :D
MUAKA!
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ResponderEliminarecho de menos una foto... no sé, una con alguna rubita rusa o así...
ResponderEliminarQué sensación estar en el techo de una ciudad, verdad?, saber que en muchos kilómetros no hay nada por encima de ti. Y qué pequeño resulta todo! bajo tus pies, millones de historias, de alegrías, tristezas y problemas en busca de solución... desde tan alto, en Toronto, en Valladolid o en Varsovia, se ve todo tan relativo (que diría Einstein jaja)